La utilización de plaguicidas en los últimos 60 años, lejos de resolver el problema de las plagas, ha provocado diversos daños biológicos y ecológicos.
Entre sus impactos se encuentran el desarrollo de resistencia en los insectos, la eliminación de sus enemigos naturales, la contaminación del suelo, aire y agua, la intoxicación a los usuarios de las sustancias y la acumulación de residuos en los alimentos, entre otras consecuencias.
Esto ha obligado a la búsqueda de alternativas que, por un lado, permitan el control de insectos plaga y, por otro, conserven los ecosistemas. Entre estas alternativas se encuentra el manejo agroecológico de los cultivos, la agricultura orgánica, el control biolígico, y el uso de plantas insecticidas.
En el caso del uso de plantas insecticidas, por ejemplo, una de las primeras estrategias para combatir los mosquitos consistió en el uso de repelentes botánicos. Algunas hojas y plantas frescas eran colgadas en las áreas de descanso, o eran quemadas para producir humo que ahuyentaba a los insectos adultos y evitaba así la succión de sangre y transmisión de enfermedades.
Un remedio casero de uso extendido es el chile, originario de los climas tropicales y subtropicales de América Latina. Otro es el caso de la higuerilla, que fue usada en el pasado en Africa, la India y Latinoamérica para el combate de plagas.